Recordando a…
Nació en un pequeño y precioso pueblo pesquero de la costa asturiana llamado Lastres. Fue la quinta de seis hermanos. Y siendo muy pequeña, toda su familia se trasladó a Gijón, donde se afincó definitivamente. Se casó con un hombre, que no tengo palabras para describir completamente, pero sí la total seguridad de que no peco de parcial si digo que fue un buen marido, un padre ejemplar y sobre todo un suegro todo ternura y un gran abuelo. Lamentablemente falleció antes que Asunción, por lo que ella quedó totalmente desamparada emocionalmente, al carecer de la sombra de su esposo, con el que compartió mas de cuarenta años de matrimonio (a partir de aquí creo que la enfermedad de Asunción avanzó).
A pesar de esta pérdida irremplazable, Asunción tuvo la grandísima suerte de contar en su entorno familiar con una nuera que la arropó de manera inimaginable, de unos nietos que la mimaron y de un hijo que la quiso hasta el fin de sus días.
Padeció la enfermedad de Alzheimer durante quince años, cuando aún no existían prácticamente asociaciones ni fundaciones, y cuando incluso la palabra alzhéimer resultaba desconocida y rarísima. Su diagnóstico fue un verdadero calvario, ya que nadie conseguía definir qué era lo que pasaba y nadie daba soluciones, hasta que un Neurólogo avanzó la posibilidad de que podría tener la enfermedad de Alzheimer, padecimiento que soportó durante muchos años.
Estoy totalmente convencido de que su objetivo en la vida sólo fue uno: querer, amar y dar todo a cambio de nada; llenó de amor y cariño a todos los que la rodeaban, empezando por su marido, siguiendo por su hijo y continuando por su hija política y sus nietos, aunque no tengo seguridad de si el orden de aplicación de su amor fue el indicado o alternaba este orden sin una explicación lógica, ya que en los momentos más lúcidos sentía verdadera pasión por su nuera (hay anécdotas simpáticas y menos simpáticas en su vida que amparan estos comentarios).
Sirva la anterior exposición para glosar la figura de una madre extraordinaria. Fue un ser todo bondad y dulzura, y puedo decir que aún incluso con los cambios de carácter que origina la enfermedad de Alzheimer y que algún familiar soportó, nunca tuvo ni un mal gesto ni una mala forma para su cuidadora principal: Su nuera.
Con respecto a sus nietos, fueron uno de los objetivos principales de su vida, los quiso hasta la demencia; y soy testigo de la reacción de añoranza, nostalgia y pesar que se les observa cuando se menciona su recuerdo.
Sirva este escrito de modesto homenaje a mi madre, aunque lo quiero hacer extensivo a mi mujer que la cuidó, y a mis hijos que a su manera me apoyan y me ayudan a sobrellevar este dolor, que a pesar del tiempo no consigo atenuar, y que trato de mitigar, trabajando altruistamente para dos instituciones en favor de los enfermos de alzhéimer.
Laureano Caicoya,
hijo de Asunción y CEO de la Asociación Alzheímer Asturias