Correr, acompañar, aprender

Foto de un chaleco del Servicio de Voluntariado de Fundación ONCE

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05 Diciembre, 0001

Voluntariado

Nunca pensé que terminaría formando parte del voluntariado de Fundación ONCE, pero a veces la vida te sorprende con caminos que no buscabas y que, sin embargo, acaban convirtiéndose en regalos inesperados. 

En mi caso, todo empezó gracias a mi marido. Él llevaba tiempo colaborando y siempre volvía a casa con esa energía especial de quien ha puesto el corazón en algo que importa. Yo ya tenía dentro esas ganas de ayudar, querer hacer algo por quien lo necesitara, pero él fue quien me dio el empujón definitivo. Un día me animó a acompañarle y, sin darme demasiada cuenta, terminé sumándome a esta aventura que hoy forma parte de mi vida 

Uno de los mayores regalos de este camino ha sido conocer a Román, mi compañero de carreras, y a Troya, su perro guía. Al principio pensé que correr junto a una persona invidente sería una tarea técnica, llena de indicaciones y cuidado, y sí, lo es, pero rápidamente descubrí que también es una conexión profunda, un acto de confianza mutua. Él confía en mí para guiar sus pasos; yo confío en él para enseñarme a ver la vida desde otro lugar, y así, paso a paso, kilómetro a kilómetro, ha terminado convirtiéndose en lo que yo defino como una “persona vitamina”: alguien que ilumina, que contagia entusiasmo, que te recuerda que lo importante no siempre se ve con los ojos.

Y no solo con Román lo he vivido así. En los partidos de fútbol, conciertos y eventos donde colaboro como voluntaria, no deja de sorprenderme lo agradecidas que son las personas con discapacidad cuando simplemente estás ahí, acompañando, guiando, haciendo que todo sea más fácil. A veces basta con una indicación, un brazo al que agarrarse o una conversación para que te regalen sonrisas que te dejan el corazón blandito. 

Y los familiares… qué decir. Más de una vez me han hecho sentir como si fuera parte de su propia familia, con esa cercanía y ese cariño que no se finge. Cuando te dan las gracias con los ojos bien abiertos y llenos de emoción, entiendes por qué vale la pena cada minuto de tu tiempo libre que les dedicas.

Ser voluntaria me ha dado muchísimo más de lo que yo podría aportar. Me ha regalado historias, sonrisas, desafíos y, sobre todo, una forma nueva de valorar cada cosa en la vida.

Ser voluntaria se ha convertido en una parte esencial de quién soy, y ojalá mucha más gente descubra lo increíble que es formar parte de algo así. A veces, ayudar cambia más a quien ayuda que a quien recibe. Y eso, creedme, es un regalo inmenso.

 

 

Cristina Rozalén Pedraza 

 

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