Empujar el muro hasta que caiga
La interpretación de lengua de signos es una profesión que siempre genera curiosidad. Tras un recital de poesía pueden decirte: ¡parecía que bailabas con las manos! o tras una discusión vista desde fuera: ¡con qué energía signabas!
Y así empecé yo, por la curiosidad de ver cómo se puede comunicar tanto moviendo las manos. Después entras en este mundo y te das cuenta de que la mayor belleza no está en el juego con los dedos, sino en cada barrera que cae con el trabajo diario.
El mundo oyente va entendiendo cada vez más a la comunidad sorda, pero es una carrera de fondo. A veces viene bien echar la vista atrás y darse cuenta de que ahora me cuelgan el teléfono menos que hace unos años. Y es que, cuando una voz femenina dice algo como: Hola, me llamo Daniel y hablo a través de una intérprete, pues algo choca y surge la desconfianza. Y si la llamada es a un banco, mucho más. Pero las personas sordas no pueden llamar al banco, ni a ningún otro sitio, si no es a través de una intérprete, y da mucha rabia cuando te dicen que mejor que llame un familiar, impidiéndoles que ellos mismos gestionen su vida.
Pero poco a poco la gente va comprendiendo que es así como han de comunicarse las personas sordas.
Igual que también van entendiendo las dificultades del alumnado sordo. Cuando entre clase y clase el profesor se acerca a preguntarme: ¿por qué le cuesta tanto escribir, si eso es visual?; si acaba entendiendo que en la infancia, los oyentes, aprendemos a escribir porque pasamos al papel lo que llevamos escuchando desde que nacemos… ¡Es un triunfo! Y es muy importante atesorar estas ocasiones porque es lo que nos da fuerzas para seguir trabajando.
Por eso veo mi profesión como un empujar el muro hasta que caiga, es ponerse mano a mano junto a las personas sordas para derribar las barreras a las que se enfrentan cada vez que necesitan comunicarse. Siempre que interpreto, doy voz a alguien que, de lo contrario, no sería escuchada.
Silvia A. Carballido
Intérprete de Lengua de Signos