Puedo, porque siempre pude

Imagen en tono sepia de una mano agarrando parte de una cortina que está recogida y que filtra claridad

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13 Enero, 2023

Historias personales

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No tengo la capacidad de ser feliz. Os prometo que me encantaría, pero no ha podido ser. Mi destino sería otro, vivir de otra forma, buscar otras ilusiones que no encuentro; la vida cotidiana no me satisface. 

Suena raro y duro, pero es mi realidad. Raro, ya que el ser humano ansía la felicidad, y duro porque esa sensación es inexistente o efímera, pero aun así necesaria.

Nos aferramos a una vida plagada de exigencias, etiquetas, sueños, consumismo y, al parecer, si alcanzamos la mayoría de lo anterior, alcanzaremos la felicidad. 

Durante toda mi vida me he sentido distinta, sensible, no me gustan los cambios y todo lo que ocurre a mi alrededor, de una forma u otra, me afecta. 

No me doy permiso para la felicidad, será que creo no merecerla. Y odio los tópicos como "si lo tienes todo, una pensión (merecida después de bastantes años trabajando), mucho tiempo libre, una estupenda familia, amigos, casa, coche"... Y qué. Veo mi vida como una película en la que yo no soy la protagonista. 

La depresión crónica limita mi vida. No puedes normalizar tu trabajo, tus relaciones familiares, de pareja, con amigos, hobbies, sueños y objetivos. Sólo te deja frustrada, con miedo, inquietud, te sientes vulnerable y un gran, gran vacío. 

Todos se creen con el derecho de opinar, de criticar; todos saben, aconsejan, pero nadie, nadie tiene el valor de ponerse en mi lugar, de sentir lo que yo siento y, a veces, solo necesito que alguien me escuche, me comprenda y me abrace.

Si sientes que alguien trae a tu vida más problemas que alegrías, indícale amablemente la dirección de la salida. Tenemos que escuchar los eternos "levántate, mujer, que verás cómo te espabilas, dúchate y te pintas y te cambiará la cara, sal de casa, haz cosas”, pero no, ya no quiero escuchar más. La única persona que estará conmigo toda mi vida soy yo, así que descansa lo que necesites, cuídate, mímate… y vive orgullosa de ti. Y es así, porque cuando me quedé sin nada, pude verlo todo más claro.

Estoy hecha de carne y huesos, pero la vida me ha obligado a ser de hierro. Porque quien nunca te quiso escuchar, tampoco lo hará ahora, aunque grites. Y quien te quiere entender, lo hace, aunque no pronuncie ni una sola palabra.

Estoy segura de que todo tiene un fin, y que el tsunami en el que hoy vivo no está desordenando mi vida, sino limpiando mis caminos.

Intento buscar el motivo de mi apatía, desgana o tristeza y, ya cansada de buscar, me he aceptado tal y como soy.

Uno de los actos más valientes que hago es levantarme y afrontar otro día, aunque parezca que ya no tenga fuerzas, siempre las encuentro. Huir de algunos lugares también es cuidarse; alejarte de algunas personas es protegerte; cerrar puertas y ventanas también es cuidarse.

Si de algo estoy segura es de que la gente no está preparada para los trastornos mentales, a no ser que pueda beneficiarse de nuestras capacidades.

No dejes nunca que la vida se llene de años. Haz que esos años se llenen de vida, tu vida. No cuentes tus penas, los buitres se abalanzan sobre los heridos y ni tú ni yo lo estamos. Solo tenemos algún remiendo.

Hice de mi vida un escudo, reír me hace invencible, no quiero ganar siempre pero nunca me rendiré.

Y para terminar os diré algo que puede que nadie os haya dicho: os felicito, me felicito, por ser como somos. Otras en nuestra piel ya se habrían rendido, renunciado, pero aquí estamos, mirando al futuro. GRACIAS POR EXISTIR.

 

 

Adela María Montaño Candelario,

integrante de la Red de Mujeres Salud Mental España / Red Regional

de Mujeres Feafes Salud Mental Extremadura 

 

 

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