Trabajar dentro y fuera de casa, un reto aún más difícil si se es mujer con discapacidad

Mercedes llevando el carrito de su hija

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08 Marzo, 2018

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Soy Mercedes Pérez de Prada, licenciada en Psicopedagogía, Diplomada en Magisterio de Educación Primaria e Infantil  por el CES Villanueva, UCM y Máster en Discapacidad, Autonomía Personal y Atención a la Dependencia por la Fundación Derecho y Discapacidad junto con la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP).

En la actualidad, trabajo como técnica de apoyo al Área de Género y Discapacidad en el CERMI Estatal.

Tengo hipoacusia bilateral profunda y llevo un implante coclear.

Lo más importante de mi vida es que soy madre de María, una niña preciosa y oyente que acaba de cumplir los dos años y que me llena de felicidad.

La experiencia de la maternidad ha sido y es, cada día, maravillosa; nunca habría imaginado que ser madre es algo tan bonito pero a la vez tan difícil y aún lo es más si a los continuos problemas que tenemos las madres que trabajamos se une una discapacidad.

En mi caso, mi marido también es una persona con discapacidad auditiva, circunstancia que hace todavía más complicada nuestra nueva vida en familia, aunque tenemos mucha suerte porque contamos con ayuda de nuestros allegados.

Creo que, en general, la sociedad no es consciente de lo que supone para nosotras llevar trabajo y familia teniendo una discapacidad. En mi caso, el no poder oír significa estar en alerta constante de todo lo que pasa a mi alrededor y con la niña, lógicamente, se ha agudizado.

Por ejemplo, no soy capaz de detectar el tipo de tos que pueda tener mi hija, si llora o se atraganta;  ni, muchas veces, poder entender lo que dicen los médicos o simplemente no oír si me llaman en urgencias por un altavoz. Estas y otras muchas situaciones que a menudo surgen en mis tareas diarias, tanto en el trabajo como en mi vida familiar, me obligan a estar en una tensión continua que hacen que no pueda disfrutar de muchas pequeñas cosas.

En mi caso, el no oír implica muchos obstáculos y genera un gran estrés aunque parezca que es una discapacidad casi “invisible”.

En el ámbito laboral, soy consciente de que tengo mucha suerte por haber podido formarme y trabajar, ya que no es todo lo común que debería entre las mujeres con discapacidad. Trabajar me permite realizarme profesionalmente y demostrar mis capacidades y espíritu de superación. Sin embargo, creo que las empresas se olvidan y se insensibilizan ante nuestras dificultades anteponiendo las obligaciones  a los derechos y al reconocimiento a nuestro, sin duda, mayor esfuerzo.

Desde luego, es muy importante que nos traten como a iguales pero a partir de una igualdad debe existir una especial consideración con nuestra realidad.

Estoy segura de que el mundo en el que va a vivir mi pequeña María será mucho mejor gracias al esfuerzo de todos y la comprensión de muchos para poder conciliar de forma efectiva y ayudar a que mujeres como yo trabajemos fuera de casa y tengamos una familia.
 
 


 
Mercedes Pérez de Prada,
madre con discapacidad

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