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admin

12 Mayo, 2019

Historias personales

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El fallecimiento de un ser querido… Cuatro días más tarde, un aparatoso accidente… A partir de entonces sólo sentimientos de dolor, frustración y desesperanza entrelazados con aquéllos que generan expectación e incertidumbre.
 
Transcurrido más de un año y medio, después de un largo y penoso peregrinaje por consultas de diferentes profesionales de la medicina, me encuentro en la consulta de la Unidad de Espalda del Hospital Fremap de Majadahonda y, sinceramente, no sé si lo pienso o si realmente lo expreso en voz alta: “Disculpe, doctora, ¿qué el diagnóstico es fibro… qué?”.
 
Inicialmente, una única obsesión: recopilar toda la información posible sobre esa patología de sintomatología múltiple (que no viene al caso detallar), por entonces totalmente desconocida para mí, pero que, con el tiempo, se convertiría en mi compañera de viaje. Según dicen “la información es poder”, pero, en mi caso, cuanto más indagaba en la enfermedad, más me percataba de lo inútil que mis esfuerzos resultaban. ¡Debía actuar! Tenía que responder a la pregunta que me acuciaba cada día: “¿Cuál es el tratamiento? Todas las enfermedades lo tienen, ¿por qué la fibromialgia y el Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) habrían de ser diferentes?”.
 
Pero cuál fue mi sorpresa al descubrir que mi patología no era, ni mucho menos, como las demás y, por tanto, tampoco podía tratarse de un modo convencional. Cuando consulté con profesionales de varias de las ramas de la medicina tradicional, supuestamente involucradas en el tratamiento de la enfermedad, únicamente hallé más incógnitas, y, en ocasiones, incluso, indiferencia y desconocimiento. Alguien, demasiado optimista, me aseguró que aliviaría mi dolor… Sin embargo, tras muchos meses ingiriendo una cantidad desmesurada de pastillas y sometiéndome a diferentes tratamientos, descubrí que no era así. Ese no era el camino, al menos no el que yo quería seguir.
 
Entonces, me sumí en una profunda tristeza, que se retroalimentaba de mi continuo dolor e impotencia por no verme capaz de recuperar mi vida anterior, de volver a ser la mujer (esposa, madre, hija, empleada, etc.) que era ‘antes de…’ 
 
Pero, a pesar de que me ha llevado más tiempo del que habría deseado, afortunadamente estoy consiguiendo enjugarme las lágrimas y dejar de lamentarme, empezando paulatinamente a asumir mi situación y a adaptarme a la que, a partir de ahora, deberá ser mi vida. He decidido renacer de mis cenizas y volar de nuevo, aunque sea a diferente altura y velocidad…
 
Permitidme que, en este breve escrito, dedique unas palabras de gratitud a la Asociación de Fibromialgia de la Comunidad de Madrid (Afibrom), pieza clave en mi mejoría, que camina a mi lado y cuyos excelentes profesionales me están enseñando a observar mi patología desde un punto de vista diferente, a convivir con ella y a emplear los recursos necesarios para afrontar, no sólo mi día a día, sino también mi futuro, con esperanza, fuerza y optimismo.
 
 
 
Afectada por fibromialgia
 

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