Su experiencia, nuestro referente
Llevo años dedicándome al mundo de la discapacidad y los últimos he trabajado con personas mayores. En general, al trabajar directamente con las familias de las personas afectadas, me resulta complicado lidiar con la angustia, la sobrecarga, las emociones con las que acuden al centro buscando un apoyo.
Yo, como familiar, me he visto en esa situación y sé cómo me habría gustado que me tratasen. Por ello intento ofrecer una atención cercana, porque cada persona es un mundo y necesita su tiempo. A la vez resulta reconfortante ir encauzando todas esas emociones, las dudas, ir avanzando poco a poco con ellos y comprobar que podemos ayudarles gestionando ayudas, derivando a otros profesionales…..aliviando la sobrecarga.
Personalmente, me gusta el contacto con la gente, sentir que nuestro trabajo sirve para algo. Ver sonreír a familiares y afectados, ver que confían en nosotros... Saber que hacemos todo lo posible para mejorar su bienestar me hace sentir que este trabajo merece la pena y que queda mucho por hacer, pero que estamos en el camino adecuado.
Pienso en el cariño y profesionalidad con el que tratamos a nuestros usuarios y veo que así me gustaría que hubiesen cuidado a mi abuela, que padeció alzhéimer en la última etapa de su vida.
Es una especie de compromiso que he adquirido con la gente mayor, y me gusta. Son unos valores que quiero mantener presentes en mi vida. Les debemos tanto, y se les tiene tan olvidados... Su experiencia debería ser nuestro referente y no les damos la importancia que merecen. Ellos han movido su mundo y ahora van a mover nuestro futuro, porque cada vez la esperanza de vida es mayor y representan un mayor número en la población actual.
A su vez, quiero dar con mi trabajo visibilidad a la figura del cuidador, tan infravalorada en nuestra sociedad, y recordar que las personas mayores son el espejo en que mirarnos cada día.
Ana B. Sánchez Toribio,
trabajadora social