Mi vida con una lesión medular

Soy Fabiola y tengo 46 años. Con 23 tuve un accidente de moto que me causó una lesión medular a nivel dorsal 5, una paraplejia. Esto quiere decir que no tengo movilidad ni sensibilidad por debajo del pecho. Afortunadamente, puedo mover mis brazos y manos, que ahora se han convertido en mis piernas.
Yo era una chica muy activa: estudiaba en la universidad, trabajaba en un pub los fines de semana y daba clases de danza en colegios, que era uno de mis hobbies.
Nunca me habían gustado las motos, pero empecé a salir con un chico que tenía una y, claro, me metí de lleno en su mundo. Me regaló un casco, me compré el traje y, a las pocas salidas, tuvimos el fatal accidente.
Fue un domingo de octubre, en una carretera nacional en la que había obras: un coche que circulaba en sentido contrario a nosotros se pasó a nuestro carril para evitar colisionar con otro coche que iba delante, y el impacto fue brutal: yo salí despedida y quedé a 30 metros de la moto y mi expareja se quedó incrustada en el coche contra el que chocamos.
Aún no recuerdo ese momento con claridad.
A partir de ahí, fue todo muy duro. Me llevaron al hospital más cercano, donde me estabilizaron y me operaron de distintas fracturas, entre ellas la que me causó la lesión.
Yo notaba que algo no iba bien: sentía mis piernas en mis manos, pero no notaba mi mano en mi pierna… Tampoco podía moverme apenas.
Pronto me anunciaron que empezaría mi proceso de rehabilitación en el Hospital de Parapléjicos de Toledo. Entonces pensé que ahí podrían hacer que me recuperara, pero no iba a recuperarme exactamente igual que antes.
Después de mucha rehabilitación, tanto física como mental, empecé a poder hacer cosas otra vez por mí misma: sacarme el carné de conducir de nuevo con un coche adaptado, pasarme a la cama, a la ducha… Fue un gran reto también para mi familia, que tuvo que acompañarme en el proceso.
Cuando terminé mi estancia en el hospital, después de seis meses, me esperaba otro gran reto: volver a casa. No pude regresar al piso donde vivía habitualmente con mi familia a causa de las barreras arquitectónicas y tuve que buscarme un piso accesible donde vivir. Pero no estaba adaptado por completo, así que hicimos obras en el baño y la cocina para poder llevar una vida lo más independiente posible.
Tuve que dejar mi trabajo y mayor afición. Pensé que no recuperaría mi vida.
Salir a la calle era complicado, porque nunca sabías dónde te ibas a encontrar un escalón, y las miradas de compasión de la gente eran bastante incómodas. Así que, animada por una amiga, decidí cambiar de ciudad durante un tiempo. Me fui a estudiar a Murcia, donde pasé tres años: superé varios obstáculos y me convertí en una persona autónoma a pesar de mi lesión. Recuperé mi vida, aunque no la misma de antes, lo que no quiere decir que fuera a peor. Casualidades de la vida, allí conocí al que es hoy mi marido, con el que tuve a mi hija, y así formamos nuestra familia.
Ahora vivo en Mallorca y colaboro con la asociación ASPAYM Baleares, en la que ayudo a personas en mi situación a poder llevar a cabo su proyecto de vida. Porque, aunque hayas tenido la mala suerte de padecer una lesión medular… la vida continúa.
Fabiola Moro, presidenta de
ASPAYM Baleares
Entradas relacionadas


