Campus 2030: Lo que aprendí cuando dejé de enseñar

Tras más de veinte años en la docencia universitaria, uno cree saber lo que significa formar. Sin embargo, hay experiencias que sacuden tus cimientos y te devuelven a la esencia de la vocación. Siempre he defendido un aula inclusiva, un espacio donde lo que nos une como personas pese más que cualquier diferencia, y mi reciente participación en el Campus Unidiversidad de Cazorla ha sido, precisamente, una de esas experiencias que ha llenado de nuevo significado esa convicción.
Mi contribución a esa experiencia fue un taller práctico sobre redes sociales e IA para el empleo. Y fue allí, al ver a los jóvenes utilizar estas herramientas sin miedo, convirtiendo la incertidumbre en una ventana de oportunidad, donde mi convicción sobre el aula inclusiva alcanzó su pleno significado. Comprendí entonces que, ante un objetivo común, las diferencias se disuelven y solo importa el deseo de crecer juntos. Aquella revelación me demostró por qué el compromiso personal es tan importante. Y es que, aunque en los grandes planes estratégicos la inclusión es un objetivo prioritario, quienes estamos en el día a día sabemos que las instituciones avanzan con una lentitud exasperante.
Pero este compromiso no es un esfuerzo aislado. Tenemos que reconocer que, para cerrar esa brecha, hay mucha gente impulsando, apoyando y apostando decididamente por la inclusión. El propio Campus Unidiversidad es la prueba más clara de ello; detrás de este encuentro hay una organización y un equipo de personas extraordinario cuyo compromiso y dedicación hacen posible que la inclusión deje de ser una aspiración para convertirse en una realidad palpable y celebrada.
La experiencia en Cazorla me demostró que la inclusión es, en realidad, un cambio de mentalidad en tu trabajo. Dejas de centrarte en ‘enseñar a’ para descubrir lo que significa ‘aprender con’. Son los propios estudiantes con discapacidad intelectual los que, con su forma de ser, te hacen más auténtico y flexible. Así entiendes que tu trabajo no es dar una lección, sino crear un lugar donde cada persona se sienta valorada y pueda, simplemente, brillar.
Por todo ello, me llevo de este Campus 2030 la certeza de que el acto de "dar" en la docencia es, en realidad, el mayor regalo que uno puede recibir. Y la gran lección es que la inclusión no consiste en hacer un hueco a la diversidad en nuestro mundo ‘normal’, sino en tener el coraje de admitir que un mundo sin diversidad, simplemente, nunca fue normal.
Víctor Hugo Perera Rodríguez,
profesor en la Facultad de Ciencias de la Educación
de la Universidad de Sevilla
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