Mi primer día de instituto
‘Hoy es mi primer día de instituto y estoy nerviosa. Anoche apenas pude dormir. Nuevo centro, nuevos docentes, nuevos compañeros…No va a ser un curso fácil para mí. De camino a clase solo puedo pensar en una cosa: ¿tendré intérprete todas las horas? El año pasado no… y fue horrible. ¡Como si fuera sencillo entender al profesor sin oírle! No quiero pasar por lo mismo otra vez.
Entro en el instituto. Recorro un pasillo lleno de gente. Al fondo, mi aula. Me paro en la puerta y respiro hondo. Cubro mi implante con el pelo para evitar que se note. No porque me moleste, sino porque me hace sentir diferente. Busco un pupitre, me siento y miro a mi alrededor. No veo a nadie como yo. Ninguna otra persona sorda. Nadie con quien comunicarme en lengua de signos. Nadie capaz de entender lo difícil que es estar en mi lugar.
Ha llegado la intérprete. ¡Qué alivio! ¿Se quedará todas las horas? No veo por qué no. Tengo derecho a seguir las clases con normalidad. No es justo que la falta de recursos me obligue a esforzarme el doble. ¡Me niego a quedarme atrás!
La profesora empieza a hablar y mi intérprete lo hace en lengua de signos. Todo el mundo me mira. Sonrío tímidamente. El miedo me paraliza. No sé qué hacer. Me preocupa que crean que soy rara porque uso la lengua de signos o porque mi voz es distinta. Me preocupa que nadie quiera hablar conmigo porque soy sorda. Me preocupa que no me acepten, que me juzguen, que no pueda mostrarme como soy: una chica más con ganas de hacer amigos. Una chica más con ganas de aprender. Hoy es solo el primer día, Lucía, me repito. Mañana será mejor.’
Han pasado 17 años desde aquel primer día. Y, sin embargo, lo recuerdo como si fuera ayer. Porque esta historia, mi historia, sigue siendo la historia de mucha gente.
Año tras año se vulneran los derechos de miles de niñas, niños y jóvenes sordos en su vuelta a las aulas. Se nos niegan los recursos y adaptaciones necesarias para acceder a la educación en igualdad de condiciones que el resto… Carecemos de referentes sordos adultos, del contacto con iguales... Los intérpretes de lengua de signos se incorporan de forma tardía a las clases y pocas veces cubren todo el horario lectivo… Insisto. Nada, absolutamente nada, justifica la presión e incertidumbre a la que nos vemos sometidos. ¿Hasta cuándo?
Lucía Espejo Pedrosa