No destruyas tus sueños, destruye tus límites

Imagen en blanco y negro de Esther con su hija en brazos

admin

06 Marzo, 2020

Historias personales

0 comentarios

1.284 visualizaciones

Lo primero que le pregunté a mi hermana después del accidente, nadando en un mar de calmantes, fue si podría tener hijos, algo que ella no me supo contestar… Pero esto pronto pasó a ser la última de mis preocupaciones, tenía que volver a aprender a vivir desde la silla de ruedas.
 
Mis días se llenaron con horas de rehabilitación y visitas de familiares y amigos. En el hospital me enseñaron a vestirme, asearme, moverme y, lo mejor de todo, descubrí el baloncesto en silla de ruedas.
 
Poco a poco fui perdiendo el miedo y recuperando mi autonomía.
 
Y gracias al baloncesto hice nuevos amigos de los que también aprendí mucho. Ese deporte fue ganando terreno en mi vida hasta ocupar el 90% de mi tiempo físico y mental.
 
Empecé a formarme buscando alternativas profesionales, había estudiado arquitectura técnica y pensaba que era imposible que pudiera volver a ejercer. Quién me iba a decir que aquella práctica de accesibilidad que hice cuando aún caminaba se convertiría en mi mundo profesional años más tarde. Mi objetivo hoy día es conseguir que todos vivamos en igualdad de condiciones diseñando espacios inclusivos. 
 
Fue entonces cuando me vi estabilizada e independiente y aquello que dejé como mi última prioridad de pronto vino a mi mente: ¿y por qué no ahora?, pensé. 
 
Y es que la maternidad me daba mucho miedo, pues no sabía cómo lo iba a hacer o las dificultades añadidas que se me podrían presentar. 
 
Sabía que mi familia me apoyaría y ayudaría en todo lo que pudiera, ¡así que decidí tirarme a la piscina!!! 
 
No me arrepiento ni un segundo, es cierto que no es fácil, porque tienes que adaptarte continuamente. 
 
Al principio tenía que buscar la forma de bañar a mi hija sujetando su cabecita y ahora tengo que buscar la forma de evitar que se salga de la bañera e intentar controlarla cuando empieza a dar sus primeros pasos… 
 
Siete años después de aquella pregunta, celebro el Día de la Mujer con mi hija de un año, disfrutando del mayor regalo que la vida me ha podido dar.
 
Me dicen que soy valiente, muy valiente, sobre todo cuando me ven salir a pasear a Hipo (mi perrito, que tanto me ayudó en los comienzos de mi "nueva vida" junto con mi familia, un gran apoyo en todo este camino) con Liz metida en mi mochila y tirando de nosotros el acople eléctrico, gran accesorio, por cierto… 
 
Pero yo desde esta experiencia forzada que me ha tocado vivir sólo puedo decir que los SUEÑOS se luchan y que nunca hay que dejar de SOÑAR!!! 
 
 
Esther Ramiro,
madre y arquitecta de sueños 

Compartir

Entradas relacionadas