Mujeres olvidadas, la otra pandemia
Charo, María, Ana, Esther, Patricia, y un largo etcétera de nombres –reales o ficticios- con historias que inundan el día a día de algo que, para mí, es más que un trabajo.
Son historias reales de mujeres reales que ni lo han tenido, ni lo tienen fácil para sobrevivir. Sí, hablo de sobrevivir. Sobrevivir al maltrato de un hombre que les pega, las viola, las insulta, las anula, las controla, las aísla, las intimida, les hace sentir inferiores, pequeñas, muy pequeñas. Un hombre al que seguramente se unieron por amor y con el que siguen por miedo, mucho miedo.
Mujeres grandes, fuertes y poderosas que siguen adelante empequeñecidas, sin que a veces nadie de alrededor lo note. Mujeres rotas, heridas, que oyen una y otra vez que eso es normal, “el pobre, te quiere tanto”. Mujeres pañuelo que oyen, ayudan y apoyan a todos y luego son ignoradas. Mujeres trabajadoras que sostienen una familia enloquecida y enferma. Mujeres usadas y tiradas en las cunetas. Mujeres que se sienten en deuda porque a pesar de todo, “él me cuida, ¿quién iba a quererme con mi discapacidad?”. Mujeres y madres atemorizadas por perder a sus hijos, a sus hijas. Mujeres que se quedan sordas a base de golpes, que terminan en una silla de ruedas, que pierden un ojo, o que nunca podrán ser madres por la brutalidad de una violación. Mujeres que pierden la vida a golpes o que terminan por suicidarse para escapar de tanto horror.
Mujeres maltratadas por una sociedad que les cuestiona, por instituciones que no están preparadas para acompañar sin juzgar, sin empujar, sin esperar nada a cambio.
Mujeres. Mujeres que nos llegan día a día, con toda esa carga a sus espaldas y nos abren sus carnes depositando toda su confianza para que las acompañemos en el proceso. Mujeres que necesitan crecer, creer en sí mismas, ser autónomas y tener la inmensa libertad de tomar decisiones.
Y aquí estamos con nuestros brazos abiertos y desnudos, para acogerlas de la mejor de las maneras y ofrecerles una mano, creerlas, y andar a su lado en ese proceso de empoderamiento, para que consigan una herramienta que les acerque a su libertad a través de su inclusión en el mundo laboral.
Mujeres en Modo On-VG, un programa de Inserta Empleo (Fundación Once) de la mano del Fondo Social Europeo; aquí trabajo yo, y esta es la realidad que nos encontramos. Mujeres con discapacidad víctimas de violencia de género, que quieren convertirse en mujeres, supervivientes, libres.
Francisca Cortés,
técnica Mujeres en Modo-ON VG Inserta Empleo