Violencia de género: la incapacidad ante la discapacidad

Imagen de M. Lorente con un cartel en el que se lee

admin

25 Noviembre, 2020

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El machismo esculpe la realidad a base de golpes que van definiendo sus elementos con el cincel de la violencia y el martillo de la voluntad.

*El machismo es un sistema de poder, y como tal crea situaciones de vulnerabilidad que actúan como forma de control de quienes viven bajo sus circunstancias. Pero su dominio no acaba ahí, sino que luego las utiliza como escenario donde ejercer la violencia directa, a sabiendas de que quienes la sufren van a tener más dificultades para salir de ese contexto.

El objetivo del machismo no es resolver conflictos puntuales, sino perpetuar su modelo de poder sobre la discriminación de las mujeres, de ahí el desarrollo de toda una estrategia que comienza en la propia desigualdad, continúa con la discriminación, y avanza a través del abuso y la violencia hasta, incluso, llegar al homicidio.

Todas las mujeres parten de la desigualdad y la discriminación para luego llegar a sufrir de manera directa la violencia, sobre todo cuando se encuentran bajo situaciones de vulnerabilidad. Para entender el significado de esta violencia se debe ser consciente de que no se lleva a cabo por lo que la mujer hace, sino por lo que el hombre decide y por aquello que recibe a cambio de ejercerla. Por lo tanto, se trata de una violencia que se usa en beneficio propio a través del daño que ocasiona a las mujeres.

Si nos damos cuenta, la situación reproduce el modelo social androcéntrico que otorga privilegios a los hombres al restarle derechos y oportunidades a las mujeres, y que luego repite en el contexto privado al hacer que el agresor machista obtenga beneficios particulares a través del control y sometimiento que ejerce sobre la mujer agredida.

Las mujeres con discapacidad víctimas de violencia de género sufren una doble discriminación por parte del modelo machista. En primer lugar, al crear unas referencias que hacen creer que al encontrarse en una situación de vulnerabilidad y control no pueden ser víctimas de esta violencia, sobre todo porque también hace pensar que el hombre que demuestra sus sentimientos hacia ellas al formalizar una relación es ‘incapaz de ejercer la violencia’. Y en segundo lugar, porque cuando sufren la violencia no son identificadas como víctimas por la incapacidad de un sistema que no ha desarrollado una estrategia específica para abordar las circunstancias que caracterizan su situación, a pesar de que la incidencia de la violencia de género es 9,9 puntos superior respecto a las mujeres que no tienen discapacidad (Macroencuesta 2019).

De este modo, se oculta la violencia contra las mujeres con discapacidad y, sobre todo, la referencia ética de un modelo que utiliza la vulnerabilidad de las mujeres como elemento para conseguir privilegios e impunidad.

Cuando hablamos de invisibilidad y violencia de género en mujeres con discapacidad, la realidad no está detrás de la cortina que interpone el machismo, sino que está fuera de la conciencia.

Miguel Lorente Acosta, 

asesor del Vicerrectorado de Igualdad, Inclusión y Sostenibilidad

y de la Unidad de Igualdad de la Universidad de Granada

y miembro del Patronato de la Fundación CERMI Mujeres

 

 

*La imagen que aparece en este post es propiedad de ‘Granada Hoy’

 

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