Vivir con fibromialgia
Soy Pilar Fernández Ortega, tengo 66 años y fui diagnosticada de fibromialgia en 2003, aunque llevaba soportando muchos problemas de salud desde 16 años antes.
En su día, después de ir de médico en médico descartando patologías, me dieron el diagnóstico de fibromialgia. Para mí supuso un alivio porque por lo menos sabía lo que me pasaba, después de que los facultativos no parasen de repetirme que podía ser depresión, el síndrome de nido vacío, etc., es decir, todo relacionado con la afectación de mi salud mental.
Tras mi diagnóstico, lo que me encontré fue un gran desconocimiento de la enfermedad y sobre todo mucha incomprensión tanto médica como social. En 2003, cuando decías que tenías fibromialgia, lo que me preguntaban era: “¿y eso que es?”
Desde el primer momento, y sin ningún tipo de explicación, me recetaron antidepresivos y analgésicos muy fuertes, que me crearon una dependencia importante a este tipo de fármacos.
Tuve que cambiar mi manera de trabajar y de vivir, adaptándome a mi estado físico, perdiendo poder adquisitivo y viéndose afectada mi calidad de vida general.
Lo mas destacable fue darme cuenta de lo que podía hacer antes y después de verme afectada, ya que me resultaba difícil de aceptar y fue en lo que tuve que concentrar mi lucha.
Con la llegada de la pandemia tuve que volver a adaptarme a las nuevas circunstancias, puesto que todas mis terapias físicas, psicológicas y sociales fueron anuladas (como las de todo el mundo).
Aprendí a hacer ejercicio en mi casa, realizando una rutina para no perder musculatura y así evitar tener más dolor.
El contacto con los compañer@s de la Asociación se vio afectado, siendo necesario tener que aprender a utilizar las nuevas tecnologías para estar en contacto, y sentir ese apoyo que entre nosotr@s tenemos y necesitamos.
Solo queda desear que cuando esto termine estemos tod@s bien y volver a estar juntos.
Pilar Fernández Ortega