Cada una con su voz

Si algo he aprendido, es que hay tantas formas de tartamudear como personas con tartamudez. Cada una con su voz y sus historias.
Historias que a veces pueden ser duras y tristes, para qué nos vamos a engañar. Mezcla de vergüenza, frustración o miedo. Y todas podrían empezar con lo más cotidiano que imagines: decir tu nombre en un grupo nuevo, contar tu mejor aventura del fin de semana, pedir en un bar o responder una llamada.
Porque, por si no lo habías visto, el habla lo empapa (casi) todo en nuestro día a día. Y por pequeño que sea, lo que pueden parecer anécdotas dejan de serlo si las vives a diario.
Si esto te suena insignificante, imagina tu vida al completo moldeada por la tartamudez: el paso por la escuela, con el riesgo de sufrir acoso, los estudios o la carrera profesional, la forma en la que vives las relaciones sociales. En última instancia, hasta puede que tu propia identidad y autoconfianza.
Otras personas me han contado historias muy distintas, quizás después de haber pasado ya por todo eso. Personas que me han enseñado cosas que van mucho más allá del habla, y que han hecho de la tartamudez el motor de cambio de sus vidas. La llave a su autoconocimiento y mejora personal. Personas que saben apreciar los silencios tanto como las palabras, que te ofrecen una conversación sincera precisamente porque saben de su valor.
Son profesoras, psicólogos, escritores, músicos, logopedas, médicos, guías, ingenieras, traductores, dependientes, abogadas, conductores, funcionarios... Todos han encontrado su forma de comunicar. Porque el habla lo empapa (casi) todo, pero ¡sorpresa!, somos mucho más que nuestro habla.
Todo esto lo he aprendido gracias a entrar a formar parte del colectivo de personas con tartamudez. En mi caso, el cambio empezó cuando encontré la Associació de la Tartamudesa de Catalunya (ATCAT – www.atcat.org). A todas las personas con tartamudez que lean esto, ¡no estáis solas! Buscad también vuestra comunidad. Veréis como los miedos se hacen más pequeños. Hasta en mis peores días, cuando tartamudeo puedo hacerlo con una sonrisa porque me acuerdo de mis compañeros.
Y al resto de la sociedad, leed con atención estas líneas. El desconocimiento alimenta la incomprensión, el aislamiento y el estigma (sin contar con nuestro propio autoestigma, que llama a la puerta más de lo que debería). Ahí va una receta que podéis aplicar a partir de ahora: una actitud de escucha y una sonrisa paciente alegrará el día de muchas personas, con o sin tartamudez.
Jordi Capdevila Mas,
miembro de la Associació
de la Tartamudesa de Catalunya
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