Necesitamos una sociedad abierta y sensible

Imagen de Loli con mascarilla en un entorno verde

admin

25 Septiembre, 2020

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Siempre he tenido claro que la discapacidad auditiva es muy invisible y que sus consecuencias y limitaciones son bastante desconocidas para la gran mayoría de las personas con quienes convivimos. Y si a esto le añadimos la heterogeneidad de nuestro colectivo, pues todo se complica un poco más.

Llevábamos unos cuantos años en los que, gracias a la lucha de diferentes organizaciones relacionadas con la discapacidad y sus familias (especialmente las de discapacidad auditiva como FIAPAS, CNSE, CERMI…), y gracias también a los avances médicos, tecnológicos, educativos, laborales, de accesibilidad y un largo etcétera, habíamos conseguido muchos progresos que, de alguna forma, facilitaban nuestro día a día con la sordera.

Pero un buen día llegó un virus, mundialmente conocido como COVID-19, y, tras un duro confinamiento, hizo que nuestra vida diera un giro de 180 grados. Si antes yo podía ser una persona totalmente autónoma e independiente, que disfrutaba de mi día a día, de mi familia, de mi trabajo, de mis relaciones sociales, en esta ‘nueva normalidad’ no puedo decir lo mismo.

Salir a la calle implica enfrentarte con un mundo totalmente hostil: barreras como las mamparas, la distancia de seguridad y todos con mascarilla. Y yo, sin poder entender lo que sucede a mi alrededor, ni comunicarme con casi nadie. Tengo la sensación de que he retrocedido unos cuantos años, sorteando barreras comunicativas, las cuales difícilmente las personas ‘normoyentes’ comprenden.

Esto también afecta a mi vida laboral, complicando muchas de las tareas que antes realizaba con total normalidad. A pesar de todo me siento afortunada, porque además de conservar el puesto, trabajo en el Colegio Tres Olivos, un centro educativo de inclusión que conoce perfectamente lo que implica la sordera para las personas que la padecen y que lleva a cabo las adaptaciones que necesito para poder desempeñar mi labor.

Si me preguntaran qué se podría hacer para mejorar nuestra situación, aunque serían tantas las acciones que indicaría, me quedaría con una: que las administraciones nos tengan más en cuenta, dándonos más visibilidad y contribuyendo a la sensibilización social, principalmente en los sectores educativo, sanitario, laboral y de servicios.  Y lo primero y más urgente, conseguir algo que no puede esperar más, y que reclamamos para poder entender y comunicarnos: mascarillas accesibles y homologadas, para que todos podamos usarlas sin discriminación alguna hacia nuestro colectivo.

Pero todo se podría resumir en una sola palabra: EMPATÍA. Ahora más que nunca necesitamos una sociedad abierta y sensible para que juntos logremos vencer esta pandemia.

Como dice Anderson Cooper, “cualquiera que ha experimentado una cierta cantidad de pérdida en su vida tiene empatía por aquellos que experimentan la pérdida”.                                                                                     

Loli Bermejo,

persona con discapacidad auditiva

 

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