Un mundo donde las personas sordas podamos signar
Cuando Fundación ONCE me solicitó que escribiera un artículo para su blog con motivo de la Semana Internacional de las Personas Sordas no pude evitar acordarme de un vídeo que hace algunos años se hizo viral en Internet, y en el que su protagonista, un joven sordo de Estambul, asistía perplejo a un hecho totalmente inesperado para él: todas aquellas personas con las que se cruzaba por la calle sabían signar.
La iniciativa venía impulsada por una agencia de publicidad que tras dedicar un mes a enseñar nociones básicas de lengua de signos a las vecinas y vecinos de Muharrem, así se llamaba este joven, en el día indicado instalaron cámaras ocultas por todo el barrio para grabar su reacción.
Algo similar sucedía poco después en la ciudad estadounidense de Newton, donde ante la frustración de no poder comunicarse con Samantha, una niña sorda de dos años, todo un vecindario aprendía lengua de signos para que la pequeña pudiera sentirse incluida en el día a día de esta comunidad.
Y es que, independientemente del mayor o menor dominio que se tenga de las lenguas de signos, comunicarse con una persona sorda no es tan complicado como se podría pensar. Si se quiere, se puede. Es una cuestión de empatía, de ganas, de hacer fácil lo aparentemente difícil gracias al encomiable ejercicio de ponerse en la piel de los demás. Una cuestión de voluntad y determinación. Una cuestión que requiere del firme compromiso de los poderes públicos con la creación de entornos saludables e inclusivos que nos permitan participar en igualdad y ser parte activa de nuestro país. Que requiere acabar con las malas praxis que nos condenan al aislamiento, a la soledad no deseada y a la incomunicación. Que requiere entender nuestras necesidades como una cuestión de derechos y no como un trato de favor. Que requiere que allí donde haya una persona sorda, estén presentes las lenguas de signos.
Decía el pintor Pablo Picasso que todo lo que imaginamos es real o al menos, o eso pienso yo, puede llegar a serlo. Imaginemos pues, un mundo donde no se nos obligue a valernos de fortalezas como la perseverancia, la paciencia, la resignación o la rebeldía para poder sobrellevar de la mejor forma posible la falta de accesibilidad. Imaginemos pues, un mundo donde todas las personas sordas podamos signar.
Roberto Suárez,
presidente de la
Confederación Estatal
de Personas Sordas