Mi felicidad es la de Sara
Mi hija Sara tiene 24 años y es una persona con autismo. Su grado de discapacidad es del 89%, así que es absolutamente dependiente.
Su felicidad, y por tanto la mía, es verla feliz en el centro de día al que acude. Aucavi es su segunda familia. A la Fundación Aucavi llegó con nueve años, después de un arduo peregrinar por diferentes colegios absolutamente inadaptados para ella.
Los profesionales de Aucavi son tan valiosos que nunca habrá dinero suficiente para pagarles su gran labor. A ellos les dejamos a quien más queremos. En esta sociedad que nos ha tocado vivir donde reina el individualismo, no imaginan lo que estas personas con autismo necesitan para toda su vida. Desde que nacen hasta que mueren.
Por eso es tan importante que entidades como Aucavi estén recibiendo subvenciones como la obtenida gracias a la X Solidaria de la declaración de la renta, que posibilita la puesta en marcha o el mantenimiento de programas que benefician a muchas personas como Sara.
Porque las fundaciones dedicadas a esta problemática como Aucavi necesitan mucha ayuda para seguir protegiendo a nuestros hijos, para darles una vida digna y muy respetable.
Mi mayor temor y también mi única esperanza es que Sara consiga tener una residencia en Aucavi lo antes posible. Yo ya tengo 68 años. Necesitamos ir haciendo el cambio estando las dos bien. Y yo poder vivir y también morir en paz quedándose en este lugar.
Ángeles Gálvez,
madre de Sara Crespo