Saltar hasta el bronce a ciegas
Hola a todos. Mi nombre es Alba García Falagán y tras aterrizar en Madrid después de vivir mis segundos juegos paralímpicos, compitiendo en atletismo, en modalidad de salto de longitud y 100 metros lisos, me siento a contaros mi experiencia durante estos días tan intensos pero que siempre recordaré con muchísimo cariño.
Primero creo que debería poneros en contexto. Tengo una discapacidad visual de nacimiento que afecta a mi retina, lo que hace que compita en categoría T11, para ciegos totales.
Y os preguntaréis: ¿cómo practican este deporte las personas ciegas?
Pues en el caso de la carrera lo hacemos atados a un guía que evita que nos salgamos de la calle, además de indicarnos con su voz lo que debemos hacer después o la situación de la competición. En el salto de longitud lo realizamos mediante señales sonoras; el llamador se coloca en la zona donde debemos saltar y mediante sus palmas y su voz nos dirige a dar el salto hasta el foso.
Y justamente esta prueba es la que nos llevó a ganar una medalla de bronce en los Juegos Paralímpicos de París.
No vamos a negar que estos meses no han sido nada sencillos, ya que estuve arrastrando una lesión desde finales de abril hasta los mismos juegos. Han sido meses de entrenar adaptándome a la lesión y de recuperar la confianza en el salto. Pero pese a todo, el 24 de agosto cruzamos las puertas de la villa paralímpica junto a toda la delegación española.
No puedo describiros cómo fue la sensación de estar en un sitio rodeada de deportistas, cada uno con su deporte, su disciplina, su discapacidad y sus adaptaciones, un ambiente en el que el deporte simplemente era lo más importante, independientemente de la edad, las necesidades, el sexo o la raza de cada uno, y que además era algo que de alguna manera o de otra nos unía a todos de una forma especial.
Los días previos a la competición los pasamos cambiando pines con deportistas de otros países y descubriendo todos los rincones de la villa.
Y por fin llegó el gran día, el momento en que teníamos que demostrar el trabajo de los últimos años. Amaneció lloviendo, no era buena señal porque el clima es importante cuando practicas un deporte al aire libre, pero la lluvia es la misma para todos y hay que enfrentarse a ella. Nos presentaron y salimos por la puerta al Stade France, con todo el público aplaudiendo y con el calor de algunos seres queridos en la grada, y de muchos otros desde casa.
Llegó el momento de saltar y comprendimos que las condiciones de ruido del estadio podrían poner en peligro la seguridad de todas las participantes de la prueba, ya que dependíamos de escuchar a nuestro llamador y el ruido de la megafonía y de la grada no nos lo permitía. Esto marcó todo el concurso para todas nosotras, y finalmente en el primer salto se terminaron decidiendo las medallas, otorgándome a mí una de bronce con un salto de 4,76 metros.
Liberados de la presión y del estrés del salto, solo nos quedaba disfrutar la prueba de 100 metros, que se disputaba dos días después. Diego, mi guía, y yo estábamos contentos y teníamos claro que lo único que necesitábamos era disfrutar de la carrera para que saliera bien. Salimos con la idea en la cabeza de que fuera cual fuera el resultado ya habíamos ganado, solo con tener la oportunidad de correr juntos en el máximo exponente del deporte que son unos juegos. Corrimos en un tiempo de 12,90, marca de la temporada, pero que no fue suficiente para pasar a la siguiente ronda.
No obstante, mi equipo y yo nos volvimos a casa con un buen sabor de boca por el trabajo bien hecho cocinado con mucho esfuerzo y a fuego lento.
Alba García Falagán