Ya no era yo

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29 Noviembre, 2024

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Llegué a Madrid con mis dos hijos y tres maletas, salvando mi vida y poniendo en protección a mis hijos. Cuando sentí que me faltaba el aire y mis niños lloraban, vi claramente que no podía seguir allí, eran mis hijos y yo luchando por ellos. Atrás dejé a mi madre, mi padre, amigas, casa, recuerdos, lugares maravillosos y …… tantas cosas más. Con mucho dolor tuvimos que partir….

Nos fue a recoger Rosa, una amiga muy querida. Con ella estuvimos un mes. Por razones de trabajo se fue a la Coruña y allí en su habitación nos quedamos solos. Nos echaron al poco tiempo porque como éramos tres consumíamos mucha luz, agua, internet… Rosa sólo llegaba los fines de semana, trabajaba de interna y era una mujer sola.

De pronto estamos en la calle, en el parque con nuestras maletas. Luego de arduas caminatas, buscar y tocar muchas puertas, pudimos encontrar una familia que nos alquiló una habitación para los tres. Esa habitación fue nuestra mejor confidente. Era el salón-comedor, la biblioteca, el cuarto de estudio… Allí reímos con cada ocurrencia de mis hijos, lloramos por cada suceso terrible , celebramos cada triunfo. Porque avanzar un paso es un gran triunfo.

En mis momentos de soledad o en las noches, sin que me vieran mis hijos, me asaltaban esos miedos, esos sueños, esos malos recuerdos y llorar en soledad era mi único consuelo.

Llegué a Fundación ONCE por sugerencia de una trabajadora social, con mucho temor, no conocía este servicio. Me atendieron muy bien, me sentí muy cómoda, muy acogida y con mucho cariño. A la par de ser un servicio para personas con discapacidad, también consideran a las mujeres víctimas de violencia.

En mi caso, la discapacidad que presento fue originada por el padre de mis hijos. Ocurrió cuando conducía en estado de ebriedad y yo muy atemorizada. Amenazó con ocasionarme daño si no le daba dinero para que pudiera seguir bebiendo licor. Como no accedí a darle lo que pedía, aceleró y chocó con un camión, llevando yo la peor parte. Fueron tres años de operaciones y tratamiento.

A raíz de esto el maltrato fue peor. Ya no era yo, ahora era solo una cosa fea que se mira con desprecio, por las cicatrices que estaban en todo mi cuerpo; tenía poca movilidad y por eso no servía para nada. El maltrato que recibí de manera constante me convirtió en una persona triste, temerosa, sola, muy aislada.

Tuve la oportunidad de participar en un taller Café Violeta, organizado por Fundación ONCE, para mujeres de este colectivo. Fue una experiencia maravillosa; tanto que esperaba que llegaran los martes para poder ir y disfrutar de cada una de las sesiones.

Conocí a mujeres valientes, luchadoras.  Era un espacio para mí y para cada una de las mujeres que estuvimos allí. Nos apoyaron con muchas actividades y talleres que iban desde el fomento de la motivación personal, hasta elaborar CV, jornadas con el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) y con muchas actividades más. Eso sí, la clausura de este taller fue una sesión muy triste; nos marcó mucho el hecho de ser parte de Café Violeta.

Con el SEPE y la profesional encargada del colectivo de mujeres, pude ver que formarme era importante.  Ahora soy consciente de que sin formación no hay oportunidad de mejora en la empleabilidad. Por eso hice varios cursos y, a la par, me seguí preparando con otros talleres de autoestima, entrevista personal y reforzando la parte de motivación y actitud positiva.

 

Myriam Apaza Calderón  

 

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